Por Anabella Aguero (Mamá de Gael y Charo)

Me llamo Anabella tengo 33 años y tengo dos hijos: Gael de tres y mi beba Charo que nació en diciembre. Siempre tuve claro desde antes de ser mamá que quería darle lo mejor a mis hijos y que lo mejor implicaba amor, teta, y el mayor respeto y cuidado posible. Con mi hijo mayor las cosas fueron bastante simples a pesar de no ser yo una mamá tan informada. El nació de parto natural a término y muy bien de peso y salud. La lactancia costó un poco al principio pero continuamos superando el año de edad, eso si, fue mixta, ya que yo trabajaba muchas horas fuera de casa y no sabía nada de guardar y frizar leche para cuando yo no estaba. Era más que nada una cuestión de información. Lo mismo que deje de darle antes de los dos años, yo pensaba que estaba bien, después me informé de los beneficios de la lactancia prolongada. Con mi segunda hija las cosas fueron bastante diferentes. Como venía creciendo dentro de la panza en el percentilo 10 mi obstetra se alarmó porque le parecía muy bajo peso. Me mandó a hacer todas las semanas ecografías y doppler a ver que le sucedía, a ella o a la placenta, me mandó a hacer reposo. Todos los estudios daban bien, yo estaba bien, no había causas ni anomalías.

Al llegar a la semana 36,  la doctora consideró que luego de madurar con corticoides sus pulmoncitos, mi hija ya debía nacer, que no esperaríamos a la semana 40. No me gustó la decisión, ni la entendí, pero no me animé a negarme, ni a cuestionar, tenía miedo y supuse que por algo tomaban la decisión. Se indujo el parto. Fue bastante rápido todo. Charo nació con 2 kg. y debió quedar internada en Neonatología para recuperar peso.
Fueron 13 días , para mi se hicieron una eternidad.
La beba no tenía ninguna patología, respiraba bien, pero las primeras doce horas ni la ví.
Experimentó 24 horas de ayuno, le aplicaron zonda para ser alimentada, no tenía reflejo de succión, no se despertaba para nada, tenía un comportamiento típico de una beba aún mas prematura. La sensación al verla fue de desconocimiento total. La sentía ajena y eso dolía.
Me la dieron a “upa” enseguida, y lo primero que pedí fue darle el pecho, pero había que respetar las 24 horas de ayuno. Cuando finalmente pude ponerla sobre mi pecho ella no hizo nada, ningún reflejo. Así que las primeras gotas de calostro y leche para mi hija fueron sacadas con sacaleches y dadas por zonda.
Todos los días los mismo. A veces la enfermera le daba leche de fórmula y yo me sentía mal pero no podía evitarlo, a veces no alcanzaba o ellas se confundían y yo no estaba siempre para saberlo. Finalmente, subiendo unos gramos. la dieron de alta. Ella había aprendido a succionar la mamadera, el pecho nada, solo a olerlo... Yo estaba convencida que en casa lo conseguiría, la tendría todo el día para mi, tranquila,  y se prendería normalmente al pecho.
 A veces las hormonas juegan una mala pasada con nuestras emociones. Yo me pasaba la mitad del día llorando y la otra mitad enojada. Me enojaba con todos, con mi marido, con mi nene mas grande que me súper necesitaba, con mi bebita. Con cualquiera que me diera una opinión. Estaba muy enojada y angustiada conmigo misma, sentía que había fallado como mamá. ¿Por qué me estaba pasando esto justo a mi, que sólo quería darle leche naturalmente? Como debiera ser, no mamadera de leche para terneros, y que no a todas las mamás les preocupaba tanto eso...Así que llegué a la conclusión que si eso era lo que me tenia tal mal, tenia que conseguir la lactancia exclusiva, porque era lo mejor para ella, porque me había informado bien, y porque necesitaba perdonarme.
Lo primero que me propuse fue aumentar mi producción de leche. ¿Cómo? Sacándome leche cada tres horas; de noche, de día, donde fuera. Mucho no me ausentaba de la casa por este motivo. Ella tomaba todavía algo de leche de fórmula, en unas semanas no fue mas necesario, mi leche alcanzaba perfectamente.
Me sentí feliz! Era mi consuelo, aunque ella no tomaba mi teta, tomaba mi leche en exclusiva...Digo consuelo porque no sabia cuánto tiempo iba a sostener esa situación de vivir “enchufada” al sacaleche.
Busqué información. Quería saber si alguien había pasado por lo mismo, porque de la gente que me rodeaba no sabían decirme nada. Mi marido me bancó en todas, pero tampoco sabía como ayudarme, el era mi sostén para que no me derrumbe.
Finalmente un día llegué a la Liga de la leche de Ramos Mejía. Conocí a Sandra, y a muchas mamás dispuestas a oírme y a darme una mano. Necesitaba hablar, contar mi angustia y mi desesperanza, contar que me sentía sola y que no sabía como solucionar mi problema. No hubo soluciones mágicas, nada fue de un día para el otro.
Probé todo tipo de posibilidades de que se prenda mi hija, un relactador, un vasito, esperar que junte hambre... Si,  la clave fue esperar. Ella sola, al cumplir los dos meses,  empezó a succionar lentamente, yo me ilusionaba y volvíamos al punto cero. Pero nunca deje de extraerme leche ni de ofrecerle, ni de pasarme horas con ella piel a piel para reconocernos. Al cumplir Charo los tres meses yo tuve que volver al trabajo. Para muchas mamás puede ser el principio del fin de la lactancia, pero no para mi y menos luego de todo lo que habíamos pasado. El primer franco que tuvimos juntas,  mi hija se prendió a mi pecho con seguridad! eso si que fue una sorpresa, pero también pienso que nos extrañamos mucho, no fue casual, y ella había estado ensayando hasta que finalmente se decidió por su teta!
Había que esperarla, y no desesperar. Había que darle tiempo, además de lo prematura que era mi bebita. Habíamos estado mucho tiempo separadas siendo ella una recién nacida, eso es crucial, estar las primeras horas en contacto con el bebé.
Nunca dejaré de estar agradecida infinitamente al grupo y a Sandra.
Me animé a intentarlo,  pero estoy segura que sin apoyo no lo hubiera logrado, no podría contar esta historia.

Hoy mi beba tiene siete meses, sigue en el percentil 10 o tal vez menos, pero es súper sana, súper feliz... Y yo me animé a ser donante de leche, ya que aprendí tan bien el procedimiento, y además tenía tanto que agradecer, que es sólo un poquitito de voluntad y muchísima la alegría que me causa poder devolver algo a la vida...



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